Melissa Hortman and John A. Hoffman
El asesinato de la representante estatal Melissa Hortman y el intento de asesinato del senador estatal John A. Hoffman marcaron un nuevo punto de ruptura en la política estadounidense. (Foto AFP)

La democracia bajo el fuego: ¿se ha convertido la violencia en un arma política?

Un atentado mortal contra dos legisladores demócratas reaviva el temor a que la violencia se esté convirtiendo en una herramienta política en Estados Unidos.

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El asesinato de la congresista estatal Melissa Hortman y el intento de homicidio contra el senador John A. Hoffman marcaron un nuevo punto de quiebre en la política estadounidense. No solo por la gravedad de los hechos, sino por lo que representan: un clima donde las diferencias ya no se debaten en las urnas ni en el Congreso, sino que se resuelven por las malas.

Los hechos ocurrieron el sábado en el estado de Minnesota. Un hombre identificado como Vance Luther Boelter, de 57 años, irrumpió en dos viviendas simulando ser policía y abrió fuego contra legisladores demócratas y sus familias. Melissa Hortman, expresidenta de la Cámara estatal, y su esposo Mark murieron en su casa en Brooklyn Park. En otro ataque, el senador John Hoffman y su esposa Yvette resultaron heridos de gravedad en su residencia en Champlin.

El atacante sigue prófugo, aunque el FBI ha ofrecido una recompensa de hasta 50.000 dólares por información que conduzca a su captura. En su vehículo se hallaron un chaleco antibalas, una máscara de látex, volantes contra el presidente Donald Trump y un manifiesto político que incluía una lista con unos 70 posibles objetivos entre políticos, médicos, líderes comunitarios y centros de salud como Planned Parenthood. Algunos de esos objetivos están en otros estados, lo que ha generado un operativo de alerta nacional.

Según las autoridades, Boelter estaba disfrazado de agente de policía, utilizó un vehículo similar a los de las fuerzas del orden y habría usado su apariencia para ganarse la confianza de las víctimas. En uno de los domicilios llegó incluso a intercambiar disparos con oficiales, logrando escapar.

Un crimen que no es aislado

Aunque las autoridades todavía investigan los motivos, el gobernador Tim Walz fue claro al calificar el hecho como “un acto de violencia política selectiva”. La senadora Amy Klobuchar añadió: “Fue un ataque a todo lo que defendemos como democracia”. La condena fue compartida incluso por el presidente Donald Trump, quien calificó el crimen como "violencia horrenda".

No es un hecho aislado. Forma parte de una escalada de ataques contra figuras políticas que ha estremecido al país en los últimos años. Desde el asalto al Capitolio en 2021, pasando por el ataque al esposo de Nancy Pelosi en 2022, hasta el intento de asesinato contra Trump en 2024, la política estadounidense ha entrado en una etapa donde la violencia parece ganar espacio como forma de expresión política.

En palabras del senador Raphael Warnock, quien habló durante un acto en Wisconsin tras conocerse la noticia, "en esta noche, cuando más temprano tanques desfilaron por nuestra capital y el comandante en jefe amenaza con desplegar soldados en nuestras calles, alguien tiene que recordarnos que no estamos en guerra entre nosotros".

Desde el Congreso hasta las calles

Lo ocurrido en Minnesota tuvo lugar el mismo día en que miles de personas protestaban en todo el país contra las políticas del presidente Trump. En Minnesota, la movilización planeada bajo el lema “No Kings” fue suspendida por seguridad, pero en St. Paul, la capital estatal, cientos de personas salieron igualmente a las calles, convirtiendo la protesta en un homenaje a Hortman.

Las tensiones políticas se acentúan en un contexto de profunda polarización institucional. Antes de la muerte de Hortman, la Cámara de Representantes de Minnesota estaba dividida en partes iguales entre demócratas y republicanos, mientras que el Senado tenía apenas una mayoría demócrata de un voto. El crimen no solo conmueve, también altera el equilibrio de poder en un estado clave del norte del país.

Melissa Hortman había liderado iniciativas progresistas en temas como derechos reproductivos, legalización de la marihuana y licencias médicas remuneradas. John Hoffman presidía el Comité de Servicios Humanos. Ambos eran referentes de una agenda legislativa activa y centrada en políticas sociales.

¿Qué nos dice este crimen?

Lo ocurrido parece confirmar un temor creciente: desde el 6 de enero de 2021, todo parece permitirse en la política estadounidense, incluso si es por las malas. La suplantación de autoridad, el uso de armas, las listas negras y la instrumentalización de la violencia como medio de acción ya no son episodios aislados de extremismo marginal, sino expresiones cada vez más visibles de una democracia bajo asedio.

La violencia política no solo busca eliminar rivales, también busca sembrar miedo y paralizar el disenso. Por eso, tras los ataques, el FBI advirtió a los potenciales objetivos, algunas protestas fueron suspendidas y el Capitolio de Texas fue evacuado ante amenazas creíbles. La vida política se está volviendo un terreno de riesgo, no de debate.

Volver al consenso democrático
Estados Unidos enfrenta una encrucijada. Si la política se normaliza como terreno de confrontación física, el sistema democrático pierde uno de sus pilares esenciales: la legitimidad del desacuerdo.

Volver al diálogo, respetar las diferencias, y blindar la política de la violencia es hoy más urgente que nunca. No se trata solo de perseguir a un asesino; se trata de restaurar el pacto mínimo que hace posible convivir en una democracia y que hoy está claramente bajo amenaza.

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